El arte que nos une: crónica del cierre del Taller de Artes Plásticas IAE Primaria
- Información y Soporte IAE
- 5 jul
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1. Un punto y seguido lleno de color
El 30 de enero del 2025, publicamos aquella primera entrada titulada “El arte como expresión: el orgullo de nuestros pequeños artistas del IAE Primaria”, encendimos la chispa que hoy se ha convertido en un fogón creativo. Entonces hablábamos de óleos tímidos, de dedos manchados de témpera y de miradas curiosas que descubrían que un pincel puede ser llave, brújula y catapulta a la vez.
El viernes, 4 de julio– celebramos el cierre oficial del Taller de Artes Plásticas al concluir el ciclo escolar, y la emoción no es un broche que clausura sino la cinta de colores que amarra un manojo de recuerdos, aprendizajes y amistades inesperadas.
La jornada comenzó con el aroma inconfundible de acuarelas frescas: una mezcla dulce de papel, agua y sueños. A las nueve en punto los pasillos se llenaron de risas, pasos presurosos y el tintineo de ganchos colgados con cartulinas aún húmedas. Por un instante la escuela parecía un colibrí: cada sala vibraba en un tono distinto y, al posar la mirada, se descubría otro matiz que no habíamos advertido.
2. De bocetos tímidos a manifestaciones gigantes
Durante los últimos diez meses alumnos de primero a sexto empuñaron lápices, tijeras y pinceles para darse permiso de sentir. En ese camino, nuestro taller fue creciendo desde un pequeño “club de la plastilina” hasta convertirse en laboratorio de emociones:
Aprendimos la teoría del color jugando al “señor arcoíris”, donde cada niño mezclaba primarios como quien cocina pociones secretas.
Exploramos la textura cantando un rap que rimaba, mientras frotábamos telas diferentes sobre lienzos.
Estas anécdotas, que parecían simples recreos, fueron en realidad ejercicios de empatía, autoconocimiento y resiliencia. Porque cuando una niña transforma un rasguño de crayón en un atardecer completo, descubre que las equivocaciones pueden volverse milagros.
3. La exposición final: dos alas y el corazón al centro
Para cerrar el ciclo las familias se citaron en el salón de pintura (tercer piso, primaria alta), la galería de arte se montó en el vestíbulo del colegio (planta baja)
Durante el acceso de los alumnos se escuchaban las exclamaciones, “¡Ahí está tu sol!”, exclamaba un papá mientras señalaba un círculo naranja del tamaño de una uva. Ese descubrimiento fue la metáfora perfecta del taller: reconocer la chispa única de cada niño dentro de un universo compartido.
4. Diálogo con las familias: el arte como idioma bilingüe
A media mañana la maestra Laurita, invitó a los presentes a pasar al salón de pintura, acomodarse en los espacios de trabajo para compartir parte de los procesos y experiencias vividas. Algunas frases quedaron grabadas:
“Yo vine a ver dibujos y me voy con una pregunta: ¿por qué dejé de dibujar?”
“No sabía que el negro podía ser un color alegre hasta que vi esa ballena.
La profesoras Laurita respondía con una sonrisa que parecía pincel: “El arte es bilingüe; habla a niños y a adultos al mismo tiempo, solo que en distinto volumen. Hoy todos escuchamos la misma canción, pero cada uno bailó a su propio ritmo.” Así se selló un compromiso tácito: seguir creando en casa. Varios papás preguntaron por talleres vespertinos y materiales adecuados.
5. Más allá del pincel: arte y fe en diálogo
Como colegio con raíz católica, no podíamos despedirnos sin un momento de agradecimiento por los aprendizajes recibidos y la semilla sembrada que irá germinando poco a poco.
Este instante de silencio contrastó con la explosión cromática del resto de la jornada y recordó a las familias que el arte también es oración que respira.
6. Retos, risas y descubrimientos inesperados
No todo fue sencillo. Hubo pinceles extraviados, acuarelas que se evaporaron en recreos muy soleados, y algún lienzo arruinado por un estornudo de témpera necia. Aun así, esas pequeñas crisis fueron el abono de la creatividad:
Cuando faltaba color piel, inventamos la “paleta de la diversidad” mezclando ocres y rosas hasta hallar 25 matices distintos.
La tarde que se rompió la última escuadra, trazamos líneas rectas con los bordes de nuestras libretas: la precisión matemática bautizada “método cuaderno exprés”.
Y aquel día en que “la paciencia pidió hora de salida”, la profesora Laurita, nos regaló una verdad disfrazada de chiste: “El Arte también hace fila; si lo empujas, mancha.”
Cada obstáculo alimentó la resiliencia de alumnos y maestros: aprendimos que detrás de un brochazo fallido se esconde la oportunidad de contar una nueva historia.
7. Semillas para el próximo ciclo
El cierre de hoy no implica apagar los caballetes ni guardar los pinceles en una vitrina nostálgica. Al contrario, marca el nacimiento de nuevas metas y descubrir a los artistas que hay en el colegio.
8. Agradecimientos que pintan sonrisas
En nombre de la Dirección, del Área Académica y sobre todo del Departamento de Pastoral y Arte, extendemos un abrazo a:
Alumnos y alumnas, artistas valientes que se atrevieron a convertir un “no sé dibujar” en “mira lo que logré”.
Familias, primeros mecenas de cada obra, choferes de pinceles olvidados y fans número uno de sus pequeños.
Equipo de mantenimiento, héroes anónimos que rescataron pisos manchados y derramaron paciencia en cada enjuague de brocha.
9. Recomendaciones para seguir creando en vacaciones
Para que el pincel no se oxide entre julio y agosto:
Diario cromático: inviten a sus hijos a pintar un miniacuarela al final de cada día. Bastan 5×5 cm y dos colores; el objetivo es capturar el “estado de ánimo” de las vacaciones.
Safari de texturas: durante la próxima visita al parque, coleccionen hojas, cortezas o piedras lisas; luego usen crayón para hacer “frotagge” y descubrir patrones.
Museo familiar improvisado: reserven un rincón de casa para exhibir sus obras. Cada domingo roten las piezas y escriban un pequeño cartelito curatorial.
10. Conclusión: el arte sigue latiendo
Queridas familias, hoy concluimos un ciclo, pero el arte –como la vida– no conoce de campanas de salida. Lleva dentro un recreo perpetuo donde cabe la risa, la fe y el asombro. Que las fotografías que acompañan esta crónica no sean solo testigos de un “evento bonito”, sino recordatorios palpables de que sus hijos son capaces de traducir el mundo en formas, colores y metáforas.
Cuando dentro de unos años repasen estos retratos, descubrirán no solo caras infantiles sino rastros de valentía y sensibilidad que ya anuncian al adulto en el que se convertirán. Porque cada pincelada que dan hoy es una promesa de futuro, una firma anticipada en el lienzo de la historia.
Gracias por creer en la pedagogía del color, por confiar en que un trazo torpe puede convertirse en cisne, por defender el tiempo que tardan los niños en encontrar su propio estilo. Nos veremos en septiembre con la paleta renovada y los ojos aún más abiertos. Hasta entonces, que la inspiración los acompañe como esa mancha feliz que nunca conseguimos lavar del todo, recordándonos que la belleza auténtica siempre deja huella.
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