5°s, Aprender, compartir y brillar: cierre de proyectos.
- Información y Soporte IAE
- 26 jun
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 5 jul
Una mañana para recordar el valor del esfuerzo, la guía docente y el acompañamiento familiar
Publicado el 26 de junio de 2025

1. Un día que comenzó mucho antes
El reloj marcaba apenas las 7:45 de la mañana y en las aulas de quintos ya se respiraba un ambiente distinto: mesas movidas, carpetas abiertas, carteles por colocar, materiales listos, sonrisas nerviosas.
Los alumnos de los grupos G51 y G52 no esperaban a que sonara el timbre. Desde el día anterior, con gran entusiasmo, se prepararon para el cierre de proyecto, ese momento en el que el aula se abre al mundo y el aprendizaje se convierte en un acto público de celebración.
Cada rincón se transformó en un espacio con propósito. No se trataba de una exposición para cumplir, sino de una jornada cuidadosamente diseñada por los propios estudiantes, quienes supieron organizar sus materiales, preparar sus intervenciones, afinar detalles y –sobre todo– llenarse de confianza. Este esfuerzo no es casualidad: es fruto de una rutina escolar que valora el proceso tanto como el resultado.
2. La llegada de las familias: un momento que lo cambia todo
Poco a poco, las puertas del colegio comenzaron a abrirse a los visitantes más esperados: madres, padres, abuelos, tíos y hermanos. Su presencia, tan sencilla como poderosa, fue uno de los motores emocionales más importantes de la jornada. El brillo en los ojos de los estudiantes al ver entrar a sus familias hablaba por sí solo: “¡están aquí para verme, para escucharme, para aplaudirme!”
Y es que cuando las familias participan, el aula se llena de sentido. No es lo mismo presentar ante compañeros o maestros que hacerlo ante quien te vio crecer, quien te ayudó con la cartulina, quien escuchó tus ensayos, quien te animó en los días de duda. La expectativa en los pasillos, el murmullo alegre de quienes buscaban la mesa de su hijo o hija, el saludo respetuoso a docentes y directivos… todo indicaba que iba a ser un día especial.
3. G51: mesas interactivas con alma de diálogo
El salón de G51 se organizó como un verdadero recorrido por estaciones del conocimiento. Cada equipo de alumnos preparó una mesa interactiva, un pequeño universo temático donde se conjugaban saberes, creatividad y habilidades comunicativas. Las familias se desplazaban de una mesa a otra, escuchaban, preguntaban, manipulaban materiales y, en muchos casos, participaban activamente en dinámicas breves diseñadas por los propios niños.
Las temáticas fueron tan variadas como interesantes: desde experimentos hasta análisis de textos, desde representaciones gráficas hasta pequeños juegos de lógica. Lo más valioso no era el contenido en sí, sino la forma en que los estudiantes lo compartían: con entusiasmo genuino, seguridad en sus palabras y la capacidad de ajustar su lenguaje según el interlocutor.
La profesora Silvia, con su característico estilo cercano pero firme, permanecía como atenta observadora y respaldo silencioso. No interrumpía, no corregía, no dirigía: simplemente estaba allí, escuchando, sonriendo, alentando con la mirada y tomando nota del crecimiento de cada alumno. Su presencia era un recordatorio de que educar es formar para la autonomía, no para la dependencia.
4. G52: una gran mesa, muchas voces
El grupo G52, por su parte, optó por una dinámica diferente: una gran mesa central, alrededor de la cual se ubicaron los estudiantes, listos para explicar de forma ordenada y colectiva el desarrollo de su proyecto. A modo de panel, los niños y niñas iban tomando la palabra para narrar sus procesos, compartir aprendizajes, mostrar avances y reflexionar sobre los retos superados.
Este formato, más lineal pero igualmente profundo, permitió apreciar no solo el dominio del contenido, sino la capacidad de argumentación, escucha y colaboración entre los alumnos. Se notaba que no era un discurso memorizado, sino un relato construido en equipo, donde cada quien asumía su parte con responsabilidad y confianza.
La profesora Rosa adoptó un rol igualmente discreto pero esencial: de pie, al fondo, acompañaba con la mirada y el corazón. Cada vez que uno de sus alumnos hablaba, ella asentía, sonreía y transmitía una presencia tranquila que decía mucho sin decir palabra. Su forma de estar fue, sin duda, un gesto pedagógico profundo: dejar que los estudiantes brillen sin robarles el escenario, confiando en que sembró lo necesario.
5. La visita de dirección y coordinaciones: un gesto que vale oro
Durante la jornada, la directora y las coordinaciones académicas se hicieron presentes, no como autoridades que supervisan, sino como testigos activos del aprendizaje. Visitaron ambas aulas, escucharon atentamente las presentaciones, conversaron con alumnos y familias, y, sobre todo, expresaron palabras de reconocimiento y aliento.
Estos gestos, que pueden parecer breves, tienen un peso enorme en la vida escolar. Para los estudiantes, ser escuchados y felicitados por quienes dirigen el colegio es una validación poderosa. Para los docentes, es una forma de sentir que su trabajo diario se valora. Y para las familias, es la confirmación de que eligieron una institución que apuesta por la formación integral y no sólo por los resultados académicos.
6. Aprendizajes que trascienden el aula
El cierre de proyecto de G51 y G52 no fue sólo un evento para mostrar carpetas o decorar salones. Fue, en muchos sentidos, una celebración del aprendizaje auténtico, ese que no se limita al cuaderno, sino que se vuelve experiencia, diálogo, reflexión y creación compartida.
Entre los muchos aprendizajes que pudimos observar, destacan los siguientes:
La capacidad de comunicar con claridad y entusiasmo.Los alumnos no solo sabían de lo que hablaban, sino que lo expresaban con seguridad, adaptando su lenguaje a los diferentes públicos.
La colaboración como herramienta de crecimiento.Tanto en las mesas interactivas como en la mesa conjunta, se notaba que detrás de cada presentación hubo acuerdos, ensayos, divisiones de tareas y apoyo mutuo.
El valor del proceso sobre el producto.Más allá de lo “bonito” o “completo” de los materiales, lo que brilló fue la comprensión del camino recorrido, las dificultades vencidas y las soluciones encontradas.
La importancia del acompañamiento respetuoso.Docentes que guían sin intervenir, familias que observan con asombro y dirección que reconoce con calidez: todos ellos fueron clave para el éxito del día.
7. Testimonios que hablan con el corazón
“Me encantó que mis papás me vieran explicar, ya no me puse nervioso como antes.”— G51
“Yo practiqué con mi hermano en casa, él hacía como si fuera un visitante. Hoy salió igual.”— G52
“Es increíble lo bien que se expresan, qué seguridad tienen… eso no se logra solo.”— Papá, G51
“Lo que más me gustó fue cómo se escuchaban entre ellos, se notaba respeto y equipo.”— Coordinadora Académica
“Yo sólo observé. Ellos sabían qué hacer, qué decir, cómo reaccionar. Eso me llena de orgullo.”— Profesora de grado
8. Un cierre que abre puertas
Lejos de ser el final de un proceso, este cierre de proyecto marca el inicio de nuevas posibilidades. Los alumnos descubrieron que tienen voz, que sus ideas importan, que pueden organizar y comunicar con eficacia. Los docentes confirmaron que vale la pena apostar por proyectos significativos. Las familias se fueron con una certeza más profunda: sus hijos están creciendo no solo en conocimiento, sino en humanidad.
En un mundo que cambia tan rápido, estos espacios son un respiro de esperanza: ver a niños de 10 y 11 años explicar, argumentar, crear y conectar, nos recuerda que la educación sigue siendo el camino más poderoso para transformar.
9. Agradecimientos
Desde este espacio queremos agradecer:
A los alumnos de G51 y G52, por su compromiso, esfuerzo y alegría.
A las profesoras Silvia y Rosa, por acompañar con inteligencia emocional y alta pedagogía.
A las familias, por confiar, asistir, preguntar y celebrar.
A la dirección y coordinaciones, por apoyar y fortalecer estos proyectos.
Al personal de apoyo, por ayudar en la logística y cuidar los detalles.
10. Cierre poético: una escuela que cree en sus alumnos
Al despedirnos de este día, no podemos evitar pensar en todo lo que ha ocurrido silenciosamente: niños que vencieron su timidez, padres que vieron a sus hijos con nuevos ojos, docentes que soltaron el control para ceder protagonismo, aulas que se llenaron de aplausos sinceros.
Y así, sin grandes reflectores, se cumplió una vez más la misión de educar con sentido: ayudar a cada niño a descubrir de lo que es capaz, cuando sabe que alguien lo guía, alguien lo escucha y alguien cree en él.
Que este cierre de proyecto sea también una puerta abierta a nuevas formas de enseñar, de aprender y de convivir. Porque cuando una escuela cree en sus alumnos, el futuro ya empezó a escribirse con letras de esperanza.
























































Comentarios