Al centro, la semilla: Misa de acción de gracias con los alumnos de cuarto grado
- Información y Soporte IAE
- 8 jul.
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En la vida escolar, hay momentos que se convierten en símbolos. Actos que, aunque breves en tiempo, permanecen largos en memoria. El día de hoy (8 de julio de 2025) vivimos uno de ellos: la misa de acción de gracias para los alumnos de cuarto grado de primaria —G41, G42 y G43— fue una celebración que nos recordó que educar es sembrar y que cada niño es una tierra fértil, única y amada por Dios.
Una generación con esencia propia
Cada grupo que transita por nuestras aulas deja huellas distintas: risas que se vuelven eco, inquietudes que se transforman en preguntas sabias, miradas que comienzan a comprender la complejidad del mundo. La generación de cuarto grado 2024–2025 ha sido especialmente cercana, alegre, observadora y profundamente generosa.
Desde los primeros días del ciclo escolar, sus docentes Tomasa, Patricia y Mónica han sido testigos de cómo cada alumno florece a su ritmo, con dones particulares, con corazones que se abren al aprendizaje y al encuentro. Esta misa fue un homenaje espiritual a ese crecimiento, a esas raíces que han comenzado a afirmarse, a ese tallo que se estira buscando luz.
Cosechas que llevan su tiempo
La homilía del Sacerdote fue, como de costumbre, clara, emotiva y profundamente pedagógica. Nos habló de las cosechas. De cómo ninguna planta da fruto de inmediato. De cómo, al igual que la tierra, los alumnos también necesitan de cuidado, de espera, de riego constante, de sol y de sombra, de palabras que animen y de silencios que acompañen.
“El amor no se improvisa”, dijo el Padre, “ni el conocimiento, ni la sabiduría. Todo tiene su estación, todo llega en su momento”. Y así como hay frutos tempranos, también hay semillas que germinan años después. En la educación, nunca hay tiempo perdido cuando lo que se siembra es con fe.
La dinámica: sembrar juntos
Al concluir la misa, Madre Griselda propuso una dinámica que tocó el corazón de todos. Al centro del Auditorio el colegio, se colocaron dos macetas. En su interior, vacías, esperaban recibir tierra y semilla.
Pero antes de llenarlas, hubo un gesto comunitario lleno de simbolismo y belleza.
Uno a uno, los alumnos de los tres grupos —guiados por sus maestras— se acercaron para colocar un puño de tierra en las macetas. Sus manos pequeñas, algunas nerviosas, otras seguras, fueron participando en este acto de siembra. Era como si cada uno dijera con ese gesto: “Aquí estoy, esta es mi tierra, este es mi lugar”.
Después, las familias que nos acompañaron —madres, padres, abuelos, hermanas— pasaron con respeto y ternura a colocar una semilla sobre esa tierra compartida. No era solo una metáfora. Era una verdad encarnada: educar es un acto que necesita de la escuela y de la familia, del conocimiento y del amor, de los adultos y de los niños, del pasado y del porvenir.
¿Qué hay en el centro?
Esta siembra nos invitó a mirar al centro de nuestra misión educativa. Y cuando uno se detiene, con el corazón abierto, a mirar al centro, descubre que allí no hay un solo elemento, sino un mosaico de presencias vivas que hacen posible el milagro de educar:
1. Al centro, el alumno
El estudiante es protagonista de su aprendizaje. Cada uno con su historia, sus preguntas, su camino.
No son recipientes vacíos esperando contenidos, sino constructores activos de su saber. En sus manos está la tierra, pero también la decisión de hacerla florecer.
2. Al centro, la familia
Son los primeros educadores, los acompañantes de cada madrugada, los que alientan, abrazan, corrigen, sostienen. La familia es el primer terreno donde germinan los valores, la fe, la disciplina y el cariño. Su presencia en esta celebración fue un acto de comunión y corresponsabilidad.
3. Al centro, nuestro colegio
Con su misión clara y su vocación encarnada, el colegio se convierte en el invernadero donde la vida escolar toma forma. Desde las aulas hasta los patios, desde el trabajo docente hasta el consejo directivo, todo está orientado a hacer crecer personas íntegras, libres, solidarias y comprometidas.
4. Al centro, la madre Jeanne Chézard de Matel
Fundadora valiente y visionaria, que escuchó la voz de Jesús, Verbo Encarnado, y decidió responder con su vida entera. Su carisma, vivo hasta el día de hoy en 12 países, continúa inspirando nuestra manera de enseñar, de amar, de acoger y de evangelizar.
5. Al centro, Jesús, Verbo Encarnado
El Maestro por excelencia. El que camina entre nosotros, susurra sabiduría, consuela en los fracasos, celebra en los logros y permanece presente en cada aula, en cada oración, en cada gesto de amor. Su presencia es el corazón latiente de nuestra escuela.
Fotografías con alma, videos con historia
Las imágenes que acompañan este artículo son más que registros: son ventanas a un momento sagrado. Cada fotografía muestra rostros iluminados por la emoción, miradas que dicen más que las palabras, manos que siembran, corazones que oran.
El video que compartiremos en nuestras redes sociales busca recrear la atmósfera de esa mañana especial. Las voces de los niños, los cantos, la homilía, la dinámica, los abrazos al final. Todo se une para formar una sinfonía de gratitud.
Educar desde el Evangelio: una tarea compartida
En tiempos donde muchas veces se pierde el centro, esta misa fue una brújula. Nos recordó que educar es una tarea sagrada. Que cada alumno es terreno sagrado. Que cada docente es sembrador. Que cada familia es raíz.
Y que, si Jesús está en el centro, todo florece.
Palabras finales
A las maestras Tomasa, Patricia y Mónica, gracias por su entrega cotidiana, por su paciencia y ternura, por sembrar más allá del programa oficial, por saber leer el alma de sus alumnos.
A las familias de cuarto grado, gracias por confiar en esta comunidad educativa, por acompañar con fe y por estar presentes en los momentos que más importan.
A los alumnos, nuestra gratitud y nuestra alegría. Ustedes son nuestra promesa de futuro, nuestras semillas que ya empiezan a brotar. Cuídense, conserven su luz, sigan creciendo con fuerza, raíces y alas.
Y a Jesús, Verbo Encarnado, gracias por no soltarnos de la mano.








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