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Corpus Christi: La Lluvia que Hizo Florecer la Gratitud en Nuestra Comunidad

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El cielo de la Ciudad de México nos recibió esta mañana de Jueves de Corpus Christi con un manto gris y una lluvia persistente que parecía querer cambiar nuestros planes. El repiqueteo constante sobre los techos del colegio podría haber sido una señal de desánimo, un obstáculo para una de las celebraciones más visuales y solemnes de nuestro calendario litúrgico. Sin embargo, lo que vivimos hoy en nuestro querido colegio fue una lección profunda y conmovedora; una demostración de que la fe no reside en la perfección de nuestros planes, sino en la capacidad de nuestros corazones para adaptarse, colaborar y, sobre todo, agradecer. Hoy, la lluvia no canceló nuestra celebración; la transformó en un testimonio imborrable de comunidad y gracia.



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El Corazón de la Celebración: ¿Qué es el Corpus Christi?


Para comprender la magnitud de lo que nuestra comunidad experimentó hoy, es fundamental recordar la esencia de lo que celebramos. Corpus Christi, una locución latina que se traduce como "Cuerpo de Cristo", es la solemnidad con la que la Iglesia Católica honra la presencia real y verdadera de Jesucristo en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Se conmemora cada año el jueves siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad, sesenta días después del Domingo de Resurrección, situándonos en un momento cumbre del tiempo pascual.


Esta festividad es una invitación a la adoración y a la gratitud. Es el día en que reafirmamos con gozo una de las columnas de nuestra fe: la creencia de que el pan y el vino consagrados en la Santa Misa no son meros símbolos, sino que se convierten, por el misterio de la transubstanciación, en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor. Es, por tanto, un día para arrodillarse en adoración, para agradecer el sacrificio redentor de Jesús y su promesa de permanecer con nosotros "todos los días, hasta el fin del mundo".

Tradicionalmente, esta gratitud se manifiesta de forma pública y comunitaria. Las procesiones con el Santísimo Sacramento recorriendo las calles son el acto central. Las ciudades y pueblos se visten de gala, creando alfombras de flores, aserrín y otros materiales efímeros, verdaderas obras de arte ofrecidas al paso de Jesús Eucaristía. Se levantan altares improvisados, adornados con esmero, donde la procesión hace una pausa para la bendición. Todo en esta fiesta habla de exteriorizar la fe, de llevar la sacralidad del templo al espacio público, de proclamar al mundo que Cristo vive y camina entre nosotros.


La Víspera: Preparativos Llenos de Ilusión

El miércoles 18 de junio, nuestro colegio era un hervidero de actividad y alegría. Los pasillos y patios abiertos resonaban con las voces de nuestros alumnos, quienes con dedicación y entusiasmo se preparaban para liderar los recorridos. Bajo la guía de sus maestros, ensayaron los cantos y porras que elevarían, revisaron las estaciones donde se detendrían los altares y visualizaron la procesión que recorrería los espacios que tantas veces han transitado en juegos y aprendizaje.


Había una energía palpable, una ilusión compartida. Los niños no solo se preparaban para un evento; se estaban preparando para ser custodios y heraldos de un misterio sagrado. Estaban aprendiendo que su fe también se vive en comunidad, en el servicio y en la belleza de los gestos preparados con amor. Sus corazones estaban listos para caminar bajo el sol, para ver sus esfuerzos reflejados en una celebración ordenada y solemne al aire libre. Todo estaba dispuesto para que la tradición se desplegara en todo su esplendor.

La Mañana del Jueves: Cuando los Planes de Dios Superan los Nuestros


Y entonces, llegó el día. Y con él, la lluvia. Una lluvia generosa, incesante, que hacía imposible llevar a cabo la procesión como se había soñado. El Plan A, bañado por el sol que anhelábamos, se disolvió con las primeras gotas de la mañana. Por un instante, la incertidumbre podría haberse apoderado de nosotros. ¿Cómo celebrar ahora? ¿Cómo honrar al Santísimo Sacramento en medio de este aparente contratiempo?


Fue en ese preciso momento de dificultad donde la verdadera esencia del Corpus Christi brilló con más fuerza que nunca. En lugar de frustración, surgió algo maravilloso: la colaboración paciente y el espíritu de comunidad. Vimos a los padres de familia, que llegaban con sus hijos, aceptar el cambio de planes con una sonrisa y una disposición admirables. Vimos a nuestros maestros moverse con agilidad, reorganizando los espacios, guiando a los alumnos hacia los patios techados, transformando el desafío logístico en una oportunidad.


Y lo más hermoso de todo, vimos a nuestros alumnos. Esos mismos niños que habían preparado un recorrido específico, demostraron una madurez y una fe conmovedoras. No hubo quejas, solo cooperación. Sus rostros reflejaban comprensión y una serena alegría. La procesión no sería por los grandes patios, sino por corredores más íntimos. Los cantos no se perderían en la vastedad del espacio abierto, sino que resonarían con más calidez en los espacios cubiertos que nos acogían a todos. Bendito Dios por esa paciencia, por esa colaboración que convirtió un problema en un milagro de unidad.

La Verdadera Procesión: Un Camino Interior de Gratitud


Lo que vivimos hoy fue una poderosa metáfora. La lluvia nos despojó de la parafernalia externa, del recorrido perfectamente trazado, de la estética planificada, para obligarnos a centrarnos en lo único verdaderamente importante: la presencia de Cristo entre nosotros y la respuesta de nuestro corazón.


La procesión no fue menos solemne; fue, quizás, más profunda. Al estar más juntos en los patios techados, la sensación de comunidad se intensificó. No éramos espectadores de un desfile religioso; éramos un solo cuerpo, una familia unida en la fe, protegiéndose mutuamente de la inclemencia del tiempo y centrando la mirada en el Santísimo Sacramento. La verdadera procesión ocurrió en nuestros corazones. Fue un camino interior que nos llevó desde la expectativa de lo planeado hasta la aceptación agradecida de lo que se nos regalaba en ese momento.


Aprendimos, de la manera más práctica posible, a ser agradecidos aún en los momentos difíciles. Agradecer por la lluvia que nutre la tierra. Agradecer por tener patios techados que nos dieron refugio. Agradecer por la paciencia de cada padre de familia. Agradecer por la flexibilidad y el amor de nuestros maestros. Y, sobre todo, agradecer por la fe inquebrantable de nuestros alumnos, que nos enseñaron que la adoración no depende del escenario, sino de la disposición del alma.


Este Corpus Christi de 2025 quedará grabado en nuestra memoria no como el día en que la lluvia cambió nuestros planes, sino como el día en que Dios usó la lluvia para mostrarnos el verdadero significado de la comunidad, la fe y la gratitud. La belleza no estuvo en las alfombras de flores que no pudimos hacer, sino en el tapiz humano de paciencia y colaboración que tejimos juntos.


Que el recuerdo de este día nos sirva como un ancla. Que cada vez que enfrentemos una dificultad inesperada, recordemos la lluvia de Corpus Christi y la lección que nos dejó: que en cada desafío yace una bendición oculta, y que un corazón agradecido es el altar más hermoso que podemos ofrecer a Dios.

Gracias a toda nuestra comunidad educativa —alumnos, padres de familia, maestros y personal— por hacer de este día una celebración inolvidable.

Preguntas para la Reflexión:

  1. Piensa en un momento de tu vida en el que un plan no salió como esperabas. ¿Lograste encontrar alguna bendición o aprendizaje inesperado en medio de esa dificultad?

  2. La celebración de hoy nos unió físicamente en espacios más pequeños, fortaleciendo el sentido de comunidad. ¿De qué otras maneras podemos fortalecer los lazos de nuestra comunidad escolar y familiar en el día a día?

  3. La gratitud fue la clave de la experiencia de hoy. Más allá de las grandes celebraciones, ¿Cómo podemos practicar la gratitud por las pequeñas cosas y los "momentos difíciles" en nuestra vida cotidiana?

 
 
 

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