1°s y 4°s,Transformemos la violencia: una apuesta educativa desde el corazón
- Información y Soporte IAE
- 30 jun
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Actualizado: 5 jul

En medio de los desafíos que enfrenta la educación contemporánea, hay una certeza que nos guía: la escuela debe ser un lugar de paz, escucha y esperanza. Por eso, en nuestro colegio hemos asumido el compromiso de construir una cultura de sana convivencia, no solo como un ideal, sino como una práctica cotidiana. Bajo esta convicción, los grupos de cuarto grado (G41, G42 y G43) y, de forma alterna, los de primer grado (G11 y G12), vivieron durante el mes de junio una experiencia significativa a través del proyecto "Transformemos la violencia en una sana convivencia".
Este proyecto es una de las tanta áreas de oportunidad que venimos trabajando en nuestro plantel, buscando abrir un espacio donde el respeto, la empatía, el perdón y la solidaridad se practiquen, se nombren y se valoren. Porque educar en la convivencia es mucho más que enseñar reglas: es cultivar el corazón y fortalecer los lazos que nos hacen comunidad.
Cuarto grado: cuando la voz se vuelve puente
Los estudiantes de cuarto grado participaron activamente en una serie de sesiones que combinaban diálogo, dinámicas grupales, actividades artísticas y momentos de reflexión. Bajo la guía de sus maestras y del equipo de Pastoral y Convivencia, los grupos G41, G42 y G43 exploraron preguntas como:
¿Qué entendemos por violencia?
¿Dónde la hemos visto o vivido?
¿Cómo podemos ser constructores de paz en nuestro grupo?
En un ambiente de confianza, las niñas y los niños compartieron experiencias personales, algunas alegres y otras dolorosas, pero todas llenas de verdad. Hablar desde la experiencia los volvió más conscientes y compasivos. Aprendieron a reconocer los distintos tipos de violencia —física, verbal, psicológica y digital— y, sobre todo, a detectar las formas sutiles con las que a veces se lastiman entre pares.
Una de las actividades más conmovedoras fue la creación del “Árbol de la Paz”, una instalación simbólica donde cada hoja representaba un compromiso individual para mejorar el ambiente escolar. Frases como “yo no me voy a burlar de los demás”, “voy a invitar a quien está solo” o “no quiero que nadie tenga miedo de venir a la escuela”, decoraron sus ramas. Fue un ejercicio de responsabilidad colectiva, nacido desde la mirada infantil, pero con una fuerza transformadora.
Además, se utilizaron recursos como juegos cooperativos, dramatizaciones y cápsulas de video donde se representaban escenas cotidianas de conflicto, que luego analizaban en equipo para encontrar soluciones pacíficas. El objetivo no fue señalar culpables, sino descubrir caminos nuevos para convivir mejor.
G41
G42
G43
Primer grado: sembrar desde el inicio
Con los más pequeños del colegio, los grupos G11 y G12, el proyecto adoptó una forma lúdica y sensorial, adecuada a su nivel de desarrollo. En estas edades, el aprendizaje más poderoso es el que se vive desde el juego y la emoción.
Las actividades incluyeron cuentos dramatizados como “El monstruo de colores” a través del cual se introdujeron temas como el manejo de emociones, el respeto a la diferencia, la importancia de pedir perdón y la magia de las palabras amables. También se organizaron rondas cooperativas, ejercicios de respiración, dibujos compartidos y tarjetas de gratitud para sus compañeros.
Uno de los momentos más entrañables fue el “Rincón de los abrazos seguros”, donde los niños aprendieron a preguntar antes de abrazar, a identificar cuándo un gesto es bien recibido y cuándo no, y a respetar los límites del otro. Desde temprano, queremos que nuestras infancias sepan que el afecto también se educa con respeto y cuidado.
Además, en estas sesiones se cuidó especialmente el lenguaje corporal, la expresión emocional y la construcción de normas consensuadas dentro del aula, involucrando a las y los docentes como modelos vivos de una sana convivencia.
G11
G12
Una comunidad que educa unida
Este proyecto no sería posible sin el compromiso de muchos actores: las maestras de grupo, el equipo directivo, el personal de apoyo, las familias y, por supuesto, nuestros estudiantes. Cada quien aportó desde su rol para que estas jornadas no fueran un evento aislado, sino parte de un proceso integral que se extiende a lo largo del año escolar.
Cabe destacar que la directora, Madre Griselda, visitó varios de los espacios de trabajo, alentando a los estudiantes a seguir construyendo una escuela donde nadie tenga miedo de ser quien es. Su presencia cercana, sus palabras pausadas y su testimonio de vida, motivaron a muchos a pensar que el amor también se enseña con firmeza y dulzura.
También las familias tuvieron un papel fundamental. En algunos casos, se enviaron guías para reforzar en casa lo aprendido, y varias madres y padres compartieron su agradecimiento al ver cambios positivos en la forma en que sus hijos resuelven conflictos o expresan lo que sienten.
Mirar con esperanza: la convivencia como elección diaria
“Transformemos la violencia en una sana convivencia” no es un proyecto que termina con una actividad final. Es una semilla sembrada en el corazón de quienes participaron, y que seguirá creciendo con cada gesto, cada decisión y cada palabra que elijan construir en vez de destruir.
Vivimos tiempos donde el ruido de la violencia parece más fuerte que nunca. Pero en medio de ese ruido, estos niños y niñas aprendieron a alzar la voz para decir “basta” con respeto, con firmeza y con ternura. Aprendieron que no están solos, que pedir ayuda es valiente, y que la paz no es un sueño ingenuo, sino una tarea concreta que comienza en el aula, en el recreo, en la fila, en la casa y en el corazón.
Como colegio, renovamos nuestro compromiso de seguir siendo un espacio donde el aprendizaje vaya de la mano con la humanidad, donde no solo se enseñen matemáticas o ciencias, sino también el arte de convivir, de pedir perdón, de dialogar y de reparar.
Palabras finales
A todos los que formaron parte de esta experiencia:
Gracias por su tiempo, por su apertura, por su valentía.
Gracias por enseñarnos que la paz se construye desde lo cotidiano, desde lo pequeño, desde lo auténtico.
Y a quienes aún no han vivido esta experiencia, les decimos: la puerta sigue abierta. Sigamos trabajando juntos para que nuestra escuela siga siendo una casa donde florezca la convivencia, el respeto, la justicia y el amor.








































































































































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